EL RELATO DE CHILE, LA REPARTICIÓN DE LOS CUERPOS


LA REPARTICIÓN DE CHILE,
EL RELATO DE LOS CUERPOS

1. La minería latinoamericana se sitúa en un enclave
de repeticiones ideológicas generadas por el modo de
producción capitalista. La colusión que los grandes
corporativos globales realizan en complicidad con las
elites de estado para generar una economía espectacular
de representaciones culturales, se sitúa históricamente
como el mayor latrocinio para los latentes momentos de
emancipación radical. Para su infortunio, sus estrategias
se develan precarias en términos de alta construcción
teórica y ajenas a inversiones de bajo materialismo.

2. El 5 de agosto de 2010 ocurrió un derrumbe en la
mina San José, ubicada a 30 kilómetros de la ciudad
chilena de Copiapó. El desastre dejó atrapados a 33
mineros. Los trabajadores fueron encontrados con vida
22 días después por un equipo de rescate que penetró
con alta maquinaria 623 metros bajo tierra. “Estamos
bien en el refugio los 33.” El 13 de octubre, tras terminar
labores de encamisado y 70 días después del accidente,
los 33 fueron extirpados “de las entrañas de la tierra”.
La operación tuvo un costo de 20 millones de dólares y
fue financiada por el Estado de Chile y por la Corporación
del Cobre (CODELCO). El evento de rescate constituye
uno de los acontecimientos con mayor cobertura
mediática de los últimos años. El onanismo telespectacular
produjo una farsa de la exaltación nacional como
festín orgiástico de los capitales inmiscuidos.

3. Del 12 de julio al 12 de octubre del 2010 se emplazó
una huelga de hambre por un grupo de comuneros
mapuches acusados de infringir la legislación antiterrorista.
Entre los delitos que les imputaron se enlistaba:
homicidio frustrado y atentado incendiario. Los comuneros
mapuches seguían su Programa de Recuperación de
Tierras, el cual consiste en tomar posesión de los territorios
de los que sistemáticamente han sido desplazados
y despojados por políticas colonialistas, imperialistas y
neoliberales. El proceso de despojo se agudizó durante
la década de los noventa, al inicio de la transacción a la
democracia. La estrategia de acción de los comuneros es
la quema de camiones madereros de las grandes empresas
forestales generando así un sabotaje en la cadena de
producción. Este delito, por genealogías dictatoriales, es
considerado atentado terrorista y comparece ante la
justicia militar. La misma estratagema jurídica fue utilizada
para acusar a los anarquistas okupas. La sistematización
legal permite la elaboración de montajes espectaculares
bajo una estructura de constante desplazamiento
de significantes vacíos.

4. La infantilización de las condiciones de producción,
distribución y consumo de las materias primas de
países periféricos, subdesarrollados, tercermundistas,
en vías de desarrollo (y los eufemismos pertinentes para
cualesquiera regiones sempiternas en persistencia
feudal), evidencian un dispositivo ideológico que traviste
un imaginario pre-ilustrado de los discursos
emancipatorios. El minero es simultáneamente un
menor de edad y un héroe del capital a la vanguardia
de los enanos del progreso y otras disneyficaciones.
El comunero mapuche y el anarquista okupa son productos
de la ansiedad del terrorismo de estado. Los
sujetos ocluidos de la historia aparecen como yacimientos
emancipatorios contra la modalidad contemporánea
del tiempo.

5. “Todo hombre es un minero, toda mujer es su
mina.”

6. En octubre de 1899 se descubrió el cuerpo de un
indígena recostado y perfectamente momificado en el
complejo minero de Chuquicamata. El cuerpo presentaba
una capa de costra verde producto de un proceso de
incorporación del cobre en los tejidos orgánicos del
indígena, por lo que se le llamó “el hombre de cobre”.
El cuerpo fue expuesto en el Pabellón Chileno de la
Exposición Panamericana de Buffalo de 1901 así como
en ferias y circos, hasta llegar a la colección del Museo
de Historia Natural de Nueva York. La circulación del
hombre de cobre hace parte de complicados procesos
de transmutación del capital y se constituye como mito
originario de la minería chilena.

7. La epifanía reaccionaria del estado-nación menguante
de Chile se anuncia telúrica en el terremoto del
27 de febrero del 2010. La modulación de la tragedia en
términos de plusvalía simbólica se hace posible. La
extracción de los mineros es consecuencia irrefutable
de las fallas tectónicas del capital.

8. El 16 de julio de 1971, Salvador Allende estatizó
la minería del cobre chilena. La ley fue aprobada por
unanimidad en el Congreso Nacional. Las empresas
Anaconda y Kennecott terminaron debiendo cifras
millonarias al Estado Chileno. Esto se debió a que se le
restaron las ganancias excesivas a la prometida indemnización
a razón de los bajos impuestos que pagaban
desde 1955. En 1981, ocho años después del golpe militar,
se revierte el proceso de nacionalización y las concesiones
pasan a manos privadas con el beneficio de su
explotación hasta que se agote el yacimiento. La inversión
extranjera en Chile se disparó durante los años
noventa, periodo en que se consolidan en el poder las
elites neoliberales formadas en Harvard y Chicago.

9. Juan Downey, Energy Systems, Center for Inter-
American Relations, Nueva York, 3 de abril – 11 de
mayo 1975. “Anaconda ausente. He sido conminado
hoy a retirar una serpiente viva de mi obra de arte.”
Juan Downey, The Debt, Exit Art, Nueva York, 28 de
junio – 9 de julio 1988.

10. El resto se sigue de aquí.

FIRMAN

El Comité M33
Colegio Contrametafísico de Liberación Acéfala

 

 

 

 

El relato de Chile, la repartición de los cuerpos

 

Si las imágenes están en posibilidad de revelar algo sobre la historia o sobre lo real es únicamente poniéndose en relación unas con otras; es, dicho de otro modo, sólo a través del estallido producido por su encuentro como tocan lo real y se convierten en vehículos de conocimiento. Así pensaron los maestros del montaje, para quienes la activación del el potencial cognitivo de las imágenes tiene lugar por un choque entre lo heterogéneo y refiere a procesos materiales.

En nuestros días el archivo y el inventario se han convertido en figuras privilegiadas de  lo heterogéneo como estrategias para la operación artística y han  venido definiendo una vertiente significativa del arte crítico -cuya historia se remonta al dadaísta pasando por la década de los sesenta del siglo XX, cuando el arte se amplió definitivamente. De una u otra manera, los artistas que han adoptado esta estrategia comparten la convicción dadaísta de que los intercambios entre imágenes y objetos revelan la existencia de un mundo que se oculta detrás de otro.

Bajo esta perspectiva Fernando Caridi opera la puesta en común de  imágenes y objetos que, provenientes de diversos espacios, postulan la idea de minería como clave –no para llegar al o los autores del o de los crímenes, porque esos son bien conocidos-, para activar la cadena de significantes que ordenan la construcción simbólica de un discurso identitario con el que, específicamente en el caso de la historia chilena, se ha operado la repartición de los cuerpos en lugares sociales y políticos.

Frente a lo monolítico de la definición de la identidad nacional o como él mismo dice, de la “imagen-país”, el artista presenta trozos de esa construcción intentando enfatizar el carácter corporal, puramente gestual de las imágenes, es decir, su condición de síntomas. Se trata de poner las condiciones para una experiencia que haga posible la comprensión de la materialidad inscrita en la producción de los espacios, las marcas del tiempo y las inscripciones de la memoria en el archivo de la historia chilena reciente.

De esa manera, el artista construye un horizonte en donde tomar posición frente a lo real –tocarlo- supone una concepción de la imagen como signo y cuerpo, y del arte como un lugar en el que la visualidad, el sonido y los objetos se encuentran para proponer una interrogación crítica que demanda la activación del cuerpo y la subjetividad, lugares, éstos últimos, donde, al fin y al cabo, ocurre materialmente la historia.

 

Blanca Gutiérrez Galindo



*Imágenes gentileza de Rosario Cobo

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